La justicia educativa empieza mucho antes de lo que se piensa. Empieza en las preguntas que se hacen los docentes cuando se están formando. Empieza también en los alumnos de escuelas secundarias cuando ven su futuro e imaginan la docencia como una posible profesión. Quiero desafiarlos a ellos a pensar caminos para hacer de la docencia el mejor destino profesional para cambiar este mundo.
Para eso es necesario atravesar una paradoja dolorosa y difícil. Por un lado tenemos una visión de la docencia real que es muy difícil de ejercer. Se han multiplicado la cantidad de tareas que tiene que hacer un docente, las cuestiones sociales son desbordantes, las presiones que siente en su ámbito de trabajo son, quizás, mayores que antes. Por otra parte, ser docente hoy es mucho mas fácil en términos del acceso al conocimiento, la cantidad de información y conocimiento que tienen nuestros alumnos a su alcance y también es una profesión que se puede ejercer con mucha más libertad pedagógica que antes. Es una profesión que puede aprovechar las libertades de expresión, de relación, de pensamiento de sus propios alumnos, que pueden ser una fuente de confusión o una fuente de renovación pedagógica.
El desafío de pensar la docencia del futuro es atravesar esta paradoja. Quiero proponer tres caminos, tres ejes que debería pensar un docente en su formación y cualquier institución que los forma.
El primero de ellos es el eje de las creencias. No se puede ser docente hoy sin tener una adhesión a la justicia, un sentimiento profundo que irriga todos nuestros pensamientos y acciones, que se indigna frente a las injusticias y que piensa que cada alumno es un potencial. No ve a sus alumnos como un problema ni como algo que no puede solucionar sino como algo que es su desafío, es lo que lo define como docente. Buscar caminos para cada uno de sus alumnos.
El segundo eje es de las ciencias, el de tener una apasionada creencia en el modo de razonamiento científico: adherirse al modo de razonamiento científico implica usar evidencia, leer las investigaciones, tratar de no quedarse en mitos, no quedarse en razonamientos pre-científicos o religiosos sobre la pedagogía, sobre nuestros alumnos; tratar de pensar siempre en cómo contrastar hipótesis, investigar. Hacerse preguntas y usar el modo de razonamiento científico es la mejor forma de abordar la pedagogía y la enseñanza.
En tercer lugar, coraje. Coraje pedagógico implica, hoy más que nunca, pensar que ser docente es estar abiertos a los cambios y a traducirlos pedagógicamente dentro de las aulas. Un docente no puede estacionarse, no puede pensar que cíclicamente va a repetir lo que hizo el año anterior. Es un tiempo de cambios y ser docente implica abrazar esos cambios, utilizarlos y aprovecharlos pedagógicamente.
Estos tres ejes, estos tres desafíos, implican repensar el concepto del buen docente. El buen docente del pasado era un docente que sabía su ciencia, que sabía lo que enseñaba. Tenía reglas justas, enseñaba a todos por igual, no discriminaba y hacía cumplir las normas: si un alumno se atrasaba tenía que saber que estaba fuera de lugar y tenía que acomodarse él solo. Y si no lograba ajustarse iba a quedar retrasado, o salir de la escuela, o ir a otra escuela o salir del sistema. Eso hacía funcionar una institución escolar, que en base a normas y en base a la amenaza de la exclusión, generaba una vieja idea de calidad educativa.
Quiero proponer una idea distinta de la docencia para el futuro. Un buen docente del futuro es aquel que piensa que su regulación no está dada por aquello que tiene que enseñar sino por aquellos a quienes tiene que enseñar. Por lo tanto un buen docente es aquel que busca caminos, que varía su pedagogía, que dialoga con sus colegas, que reflexiona, que investiga, que se hace preguntas, que logra traducir a distintas audiencias distintas formas de aprender; que logra conectar con cada uno de sus alumnos y generar el deseo de aprender por ellos mismos, el deseo de leer un libro nuevo.
Por eso ser docente en el futuro, creo yo es, antes que nada, ser un apasionado por la posibilidades de los alumnos, y por lo tanto ser un buscador de caminos para abrirlas. No es nada fácil pero les puedo asegurar que es, hoy, la profesión más desafiante y más fascinante que uno puede pensar para el futuro. Está todo por reescribirse en la educación. En los próximos años probablemente veremos más cambios en el sistema educativo, en las escuelas y en las aulas que nunca antes en la historia. Espero que quieran protagonizarlos.
Axel Rivas es un defensor de la educación pública como vehículo de justicia social y desde hace 15 años trabaja para reducir las inmensas desigualdades educativas en América Latina y en el federalismo argentino. Desde 2002 es Director del Programa de Educación de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), una organización sin fines de lucro dedicada a mejorar el funcionamiento del Estado. Es profesor de materias de política educativa en las Universidades de San Andrés, Di Tella, FLACSO, Alberto Hurtado de Chile y Pedagógica de la Provincia de Buenos Aires y desde hace más de 10 años es docente de Sociología de la Educación en la UBA.
Fuente: http://www.las400clases.com.ar/
(Desgrabación de “Hagamos algo por la Educación” )
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